Los resultados de la constancia y la regularidad son extraordinarios

Dicen que la libertad sin disciplina se convierte en caos y hedonismo, lo que a la larga se traduce en libertinaje. La libertad bien entendida implica seguir un método, un plan, unas técnicas que nos hagan cada vez más libres. Paradójicamente, la verdadera libertad se construye y solamente puede existir a través de la disciplina. Si no somos disciplinados y hacemos siempre “lo que nos da la gana” seremos esclavos de nuestros sentidos, de nuestras circunstancias, apetencias y relaciones y, por tanto, no podremos ser libres.

De sobra se sabe que el yoga no son solo posturas ni estiramientos; la práctica empieza en la esterilla, pero no termina nunca. Al practicar, uno se lleva los beneficios consigo a casa, a su vida diaria. El yoga es un viaje hacia adentro, trabajamos partiendo desde las capas más externas (el cuerpo físico), porque es la principal herramienta que tenemos, y porque a través del trabajo con el cuerpo y la respiración se puede controlar la mente y cambiar nuestro estado interno. Pero la clave está en la consciencia, la intención y la atención que ponemos al practicar.

¿Eres consciente de tu respiración, de cómo están tus pensamientos y tus emociones mientras practicas?, ¿sientes ganas de volver a ese estado con regularidad?, ¿percibes que cuanto más practicas más profundizas y mayores son los beneficios?Pero, ¿qué es lo que nos lleva a volver a la esterilla cada día, una y otra vez?

Como me comentaba una alumna hace ya un tiempo al finalizar una clase, al practicar yoga “es como si lo que hay fuera no importara”. Y es precisamente el conectar con una misma, con un lugar interior que nos enraíza, lo que nos da estabilidad y nos permite vislumbrar nuestra verdadera esencia. Es entonces cuando percibimos nuestra fuerza y valía y aprendemos que, aunque lo de fuera sí es importante, todo es transitorio e impermanente.

Desde ese lugar de conexión interna sentamos las bases desde las que podemos relacionarnos con el mundo exterior. Si estamos en un lugar de paz, de calma, de claridad, nos relacionaremos con los diferentes aspectos de nuestras vidas con una perspectiva renovada y más serena, siendo conscientes de esa ancla que nos sostiene, dejándonos guiar por lo que realmente sentimos, quizá logrando limar capas “falsas” impuestas por el ego o por las convenciones o presiones sociales. Entendemos que somos perfectos tal como ahora somos y trabajamos para aprender a aceptar nuestro cuerpo y la fase en la que nos encontramos en la vida y en nuestra sadhana. La práctica diaria nos enseña a aceptar nuestros límites, lesiones, tiempos y circunstancias. La aceptación plena es imprescindible para que florezca y perdure la práctica de yoga y para que esta pueda ser verdadera.

Y así entendemos también que no es necesario estar luchando siempre por ser más, por tener más, por ir más rápido, ni por que las cosas sean diferentes. Vivir el presente es aprender a aceptar que este mismo instante está bien tal y como ahora es. Con aceptación plena, siendo conscientes de lo que pasa dentro de nosotras, adoptando una actitud de observadora y tomando distancia, en lugar de dejarnos llevar por deseos, anhelos, insatisfacciones, pensamientos o patrones negativos. Y desde ahí, seguimos avanzando, pasito a pasito.

Este tipo de prácticas son muy poderosas, pero para experimentar sus beneficios, la constancia y regularidad son cruciales. Cada persona tiene sus tiempos, y es normal que cuando nos acercamos al yoga por primera vez pensemos que no tenemos tiempo y le dediquemos apenas una sesión a la semana. Pero el tiempo no se “tiene”, sino que se “hace”. Si algo se activa en nuestro interior, si algo cambia con la práctica, la evolución natural será querer practicar más a menudo, pasar a dos veces por semana, luego a tres, y luego quizá empezar una autopráctica en casa o en la naturaleza, cada día… Hasta que el yoga pueda llegar a convertirse en una acción tan básica, frecuente y necesaria como lavarnos los dientes. En eso consiste crear un buen hábito: en hacer que algo nuevo pase a ser algo integrado, beneficioso, saludable y necesario en nuestras vidas.

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